Celebro contigo la vida de los animales que hemos salvado
Había entrado en una pesadilla. Las jaulas de alambre estaban abarrotadas de cuerpos, y las gallinas pisoteaban los cadáveres de sus compañeras mientras inhalaban el opresivo olor de sus propias heces.
Atrapadas en la más completa oscuridad, solo interrumpida por los destellos de nuestras cámaras, sus ojos seguían cada uno de nuestros movimientos a través de las sucias filas de jaulas, asomándose tímidamente entre los barrotes de metal.
Mientras inspeccionaba las jaulas y documentaba meticulosamente las pruebas de maltrato y abandono, los cortes en sus patas y sus cuerpos desnudos me recordaban la urgencia de la situación. Al abrir la tapa de un contenedor cercano, el olor de la descomposición invadió el aire.
Estas gallinas ponedoras habían pasado toda su vida en estas jaulas, privadas de sentir el calor del sol, la ternura de sus polluelos o la simple libertad de extender sus alas.
Solo diez de ellas tendrían la oportunidad de respirar el aire fresco.
Con cajas de cartón a nuestro alcance, levanté suavemente diez cuerpos de entre las jaulas de metal. Les habían mutilado el pico para evitar que se lastimaran mutuamente en su angustia, pero muchos de sus cuerpos desnudos eran testigos de su sufrimiento.
Cuando salí del edificio con mi equipo, llevando con nosotros a esas diez almas sensibles, nos detuvimos para mirar a las que quedaban atrás.
Allí permanecían, todas sacrificadas por un simple plato de huevos revueltos.
Cuando el sol salió al día siguiente tras su rescate, diez gallinas disfrutaron por primera vez de los cálidos rayos del sol. Exploraron su nuevo entorno, algunas de ellas tambaleándose debido al peso de sus cuerpos exhaustos, mientras sus patas tocaban la hierba y nos miraban en busca de consuelo.
Finalmente, estas aves recibieron los cuidados que merecían, el afecto que ansiaban y la libertad para extender sus alas. Su historia es un recordatorio de la esperanza y el amor que pueden encontrar incluso en los momentos más oscuros.
Rescate de 10 gallinas en España.
Para diez, la pesadilla por fin había terminado.
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