¿Reconocemos a los animales en granja como a los demás?
Cada 4 de octubre se conmemora el Día Mundial de los Animales, pero más que una celebración, debe ser una oportunidad para reflexionar sobre temas urgentes, especialmente en torno a nuestro consumo y la manera en que percibimos a los demás habitantes de la Tierra. En este día, una buena pregunta para hacer es: ¿consideramos a los animales en granjas como verdaderos animales? Y de ser así, ¿por qué no extendemos nuestro marco de compasión hacia ellos?
Las cifras lo demuestran una y otra vez: la mayoría de las personas cree que los animales no deberían ser lastimados innecesariamente. Sin embargo, el consumo de productos de origen animal implica un sufrimiento que comienza desde el nacimiento de los animales en las granjas y se extiende a lo largo de una vida de maltrato y explotación, mucho antes de llegar a su muerte.
Es fundamental recordar el sufrimiento de los miles de millones de animales criados y matados para el consumo. Desde esa reflexión surge una pregunta clave: ¿qué criterios utilizamos para incluir a ciertos animales en nuestra esfera de protección y excluir a otros?
¿Por qué defendemos el bienestar de algunos mientras olvidamos a otros?
El 4 de octubre de 1929 fue declarado Día Mundial de los Animales, gracias a la iniciativa de la Organización Mundial de Protección Animal durante un congreso celebrado en Viena. El objetivo principal era abordar el problema de las especies en peligro de extinción.
Hoy, es una invitación a dirigir nuestra atención hacia los animales que actualmente sufren tras las paredes de granjas y rastros.
Una cuestión de percepción
En su libro Por qué amamos a los perros pero nos comemos a los cerdos, Melanie Joy, psicóloga social y autora estadounidense, asegura que amamos a los perros y comemos vacas, no porque perros y vacas sean fundamentalmente diferentes —las vacas, al igual que los perros, tienen sentimientos, preferencias y conciencia— sino porque nuestra percepción de ellas es diferente.
Joy nos invita a cuestionarnos por qué decidimos amar a un grupo y elegir la explotación de otro, llegando a la siguiente conclusión: “Es simplemente la forma en que son las cosas”. De acuerdo con la autora, debemos tomarnos un momento para considerar esta afirmación, ya que es una verdad innegable que enviamos a una especie al rastro y brindamos nuestro amor y amabilidad a otra, aparentemente por ninguna razón más que porque así nos enseñaron que debían ser las cosas.
Por su parte, en entrevista con Igualdad Animal, el Dr. Jonathan Birch, firmante de la Declaración de Nueva York sobre la Conciencia Animal (2024), concuerda en que el error está en nuestra percepción y que no debemos ignorar las pruebas del sufrimiento de los animales.
Creo que es cierto que la gente suele privilegiar a sus mascotas, mientras que se preocupa mucho menos por los animales en granja. No sé a qué se debe. A veces la gente tiene una imagen muy rosa e idílica de cómo son las granjas; necesita informarse sobre la realidad de la ganadería moderna y reflexionar sobre si les parece bien o no.
-Dr. Jonathan Birch, Profesor de Filosofía en la London School of Economics
Al cuestionar el origen de nuestra percepción, descubrimos que no existe una verdadera distinción entre un perro y una vaca, o entre un gato y un cerdo.
Es primordial reconocer a todas las especies como seres que merecen consideración, incluidas aquellas destinadas al consumo humano. Y, desde esa comprensión, debemos actuar con empatía, protección y entendimiento… Todos son animales.
Ampliar el horizonte de la compasión
Al optar por una alimentación basada en plantas, elegimos proteger la vida de los animales más invisibilizados y, lo que es igualmente importante, reconocer que son seres que, así como el resto de los animales, sienten y merecen vivir. Esto implica ampliar nuestra compasión y empatía más allá del reducido grupo de animales que nos enseñaron a respetar y considerar.
Si nuestras decisiones tienen el poder de cambiar el mundo y salvar vidas, ¿por qué no hacerlo?
inspira al cambio
Con capacidades emocionales sólidas y lazos familiares inquebrantables, los animales en granjas merecen ser protegidos. Puedes construir un mundo más compasivo reemplazando los productos de origen animal por otros de origen vegetal.