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Dos cerdos pequeños jugando en la tierra.

El juego en los animales: ¿un acto de placer o supervivencia?


Ya sea como una característica propia de las primeras etapas de vida o como un mecanismo del cerebro diseñado para preparar al animal para enfrentar situaciones futuras, el juego es, sin duda, una expresión de alegría que seguirá siendo objeto de estudio por parte de los científicos.

Diversos animales dedican tiempo a actividades que, a simple vista, parecen carecer de propósito: perseguir una pelota durante largos ratos, saltar sin motivo aparente o deslizarse por superficies solo por el placer de hacerlo. ¿Lo hacen simplemente por diversión? La ciencia aún no alcanza un consenso sobre qué define exactamente el juego en el mundo animal, si este les genera placer real y qué función cumple en su desarrollo o bienestar. Lo cierto es que estos comportamientos lúdicos están presentes en muchas especies, incluida la humana. 

Quienes han convivido con gatitos saben que sus juegos suelen incluir persecuciones, saltos, acecho e incluso mordidas que, más que dañar, parecen expresar una forma de afecto. Según algunos investigadores, estas peleas lúdicas no solo son una muestra de energía juvenil, sino una estrategia de aprendizaje: preparan al animal para enfrentar lo inesperado en etapas posteriores de su vida.

Dos pequeñas cabras explorando juntas su entorno.

Algunas aves, aunque son cazadoras por instinto, necesitan desarrollar sus habilidades a través de la práctica. Estudios han revelado que desde temprana edad acechan objetos inertes como piñas o ramas, que imitan a las presas que deberán cazar en su vida adulta.

En el mundo marino también se observan comportamientos lúdicos con fines potencialmente prácticos. Por ejemplo, los delfines crean anillos de aire bajo el agua, los persiguen, manipulan o detectan con su sonar, lo que podría ayudarlos a afinar sus capacidades de caza.

En cuanto animales terrestres, tanto los cerdos como las vacas tienen comportamientos lúdicos muy interesantes que reflejan su inteligencia, sensibilidad y necesidad de estimulación.

Los cerdos, por ejemplo, son animales curiosos por naturaleza. Les encanta husmear, empujar con su trompa y explorar objetos nuevos. Se les ha visto jugar con pelotas, ramas e incluso con otros cerdos. A menudo corren en círculos, unos tras otros, en lo que expertos han definido como “juegos de persecución”. Algo muy interesante es que estos animales también disfrutan de la estimulación mental. Les atrae resolver pequeños desafíos, como abrir recipientes con comida escondida o resolver rompecabezas sencillos, lo que demuestra su inteligencia y necesidad de explorar.

Por su parte, las vacas, especialmente cuando son crías, suelen correr, brincar y dar vueltas por el campo, así como perseguir grandes pelotas. Empujar suavemente con la cabeza es una forma de juego, pero también una expresión de interacción social que forma parte de sus jerarquías. Disfrutan del juego en grupo, y este comportamiento se intensifica cuando están en un entorno seguro, con espacio para moverse libremente.

Fotografía de una vaca corriendo.

En su investigación Play and the Development of Social Competence in Mammals (2001), el etólogo Marc Bekoff argumenta que el juego cumple un papel crucial en el desarrollo de habilidades sociales en mamíferos, en particular en especies carnívoras como lobos, zorros y perros. Mediante estas interacciones lúdicas, los animales aprenden a comunicarse, a interpretar señales sociales y a regular la intensidad de sus movimientos, habilidades fundamentales para la convivencia en grupo. Un hallazgo llamativo del autor es que muchos animales emplean gestos específicos, como la “reverencia” juguetona en los perros, para invitar al juego y dejar claro que no se trata de un enfrentamiento real.

Los estudios han demostrado que las ratas jóvenes participan activamente en juegos de lucha simulada. Esta forma de interacción es esencial para su desarrollo social y emocional. Cuando se les impide jugar, se observan alteraciones en su comportamiento y en su capacidad para relacionarse con otras ratas. Además, durante estas sesiones de juego, emiten vocalizaciones de alta frecuencia —algo similar a una risa—, lo que sugiere que no solo se benefician del juego, sino que también lo disfrutan genuinamente.

Ya sea como una herramienta para sobrevivir o simplemente por el gusto de hacerlo, los animales juegan. Es una realidad innegable. Y no solo participan en estas actividades lúdicas: también las disfrutan profundamente. A través del juego, fortalecen lazos emocionales con otros de su especie, con diferentes animales e incluso con los seres humanos.

Estos argumentos nos dan razones suficientes para garantizar que los animales puedan jugar y desarrollar su bienestar emocional a lo largo de todas las etapas de su vida, especialmente en los primeros años. Y, lo más importante, debemos protegerlos de los estragos de la ganadería industrial.

EN LA GANADERÍA INDUSTRIAL 

Como mencionamos previamente, ya sea una característica propia de las primeras etapas de vida o un mecanismo del cerebro para preparar al animal —sea cual sea la especie— para enfrentar situaciones futuras, el juego es, sin duda, una expresión de alegría, vitalidad y conexión. A través del juego, los animales crean y fortalecen vínculos, y este comportamiento está estrechamente ligado a su bienestar emocional.

Sin embargo, en el mundo industrializado en el que vivimos, esa posibilidad les es arrebatada.

Detrás de los muros de la ganadería industrial, a los animales no solo se les niega la oportunidad de jugar: se les priva de casi todas sus necesidades naturales. Un ejemplo doloroso es el de las gallinas, a quienes ni siquiera se les permite extender las alas.

Una gallina hacinada en una jaula sin poder darse la vuelta o extender sus alas.

TÚ Y YO, JUNTOS, PODEMOS AYUDARLOS

El cambio comienza con cada elección que hacemos. Optar por una alimentación compasiva y basada en plantas no solo es bueno para nosotros, sino que también protege a los animales de la crueldad de la ganadería industrial. Cada pequeño gesto cuenta para construir un mundo más justo para todos. 

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Los cerdos son animales muy sociables que a menudo se consideran más inteligentes que los perros. Puedes ayudar a estos inteligentes animales simplemente eligiendo alternativas vegetales.


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